Ya llevamos 37 semanas de este segundo experimento, Pixel, así que nos permitiremos el lujo de afirmar que albergar un organismo no es moco de pavo pese a que la atención al mismo disminuye exponencialmente. Hemos podido comprobar que todo el núcleo familiar está sumergido en la vorágine de mantener al primer experimento entretenido y olvidan la llegada de este segundo, llegando a esta semana sin tener ni siquiera un lecho bien montado donde pueda reposar ni la denominada "bolsa de hospital" donde el huésped deposita con mimo todo lo necesario para convertir al organismo en humano. Un despropósito.
No entraremos más en el desastre de humanos familiares que recibirán a Pixel, ya tendrá tiempo de comprobarlo en vivo, centrémonos ahora en los hechos que describen lo que hemos padecido este último trimestre.
Mutación del huésped
El libre albedrío que mencionábamos en el capítulo anterior se sucede en este también. No sé si por mala cabeza o por pasotismo puro pero cada vez que preguntan cuántas semanas llevamos de experimento, tengo que pensar en la fecha y contar, muy científico todo. Al documentar esta fase, me he dado cuenta que padezco muchos síntomas bastante comunes aunque particularizados en mi ser, léase:- Contracciones: citando a la madre que me albergó, la sandía se me pone como un meño de dura. Parece ser que un tal Braxton Hicks da nombre a las mismas tras describirlas hace un porrón de años, de manera que no estamos descubriendo nada nuevo con este experimento.
- Dolores de espalda: desde hace unas semanas me he retirado a mi morada a "descansar" debido a ellos y a las anteriores, pero llegado este punto no sé si el cargar con el primer experimento todo el día y alguna que otra tarea doméstica contribuyen a mejorar este punto. Pasemos palabra.
- Estrías: Ay queridas mías (sí, ya no es una sola), vosotras erais unas completas desconocidas en el experimento anterior y está claro que en éste queríais demostrar que efectivamente sois parte de este sarao. Pues nada, bienvenidas al ombligo del cuerpo huésped, sepan ustedes que sigo los consejos de mi boticaria de cabecera y, aunque llegue tarde, intentaré desalorjarlas por todos los medios.
- Insomnio: entre el experimento 1 y el 2, la casa sin barrer, y eso que acabamos de empezar. Suerte que el padre de los organismos me acompaña y siempre podemos encontrar algo que hacer cuando la cosa está tranquila.
- Dolores de cadera: por la mañana me levanto que parezco el cojo mantecas como decían en mi pueblo. Según los estudios realizados (interné básicamente) estos dolores se pasan haciendo ejercicios de suelo pélvico, esos grandes olvidados y de los que me acordaré en próximas mutaciones.
Mutación del organismo
El último guerrero y sus bailes habitan en mi ser |
Seguimos en fase de pleno crecimiento, 3.200 kg en la última ecografía. El sujeto se niega a hacer dieta y prefiere hacer acopio por si sus progenitores no le abastecen a su salida, es listo el cabroncete. Ante semejante peso, la especialista que revisa tallaje ha recomendado su salida inmediata en la salida 38 a través de una maniobra la mar de maja de un tal Hamilton (este apellido no trae nada bueno), hecho al que el cuerpo huésped se ha negado por el momento con un sutil movimiento de dedo corazón hacia arriba. Nos someteremos a la técnica denominada "paseo matutino y polvo vespertino" para obligarle al desalojamiento llegado el caso.
En cuanto a los movimientos, el condenado se obceca en estirarse, sobretodo por la noche, momento en el que su querida madre se sienta en el sofá y sobre todo cuando el padre da masajes en el melón, como dicen en mi pueblo, se conoce que se están saludando. Aparte del baile de San Vito que me trae, sigue la trayectoria de su hermana y no tiene nada que envidiarla con un hipo de cojones. El primer experimento aún lo ejercita cuando se ríe mucho, de manera que con éste nos lo pasaremos teta también.
Mutación de la muestra masculina
Añadid tick en el ojo y clavao |
El macho alfa huele el final del experimento y me deleita con frases del tipo "cómo me engañaste" ó "ay madre mía que viene otro". A pesar de ser todo un experimento basado en hechos totalmente científicos, me atrevo con una conjetura al decir que, otra vez, pasarán meses hasta que caiga en la cuenta de que tiene otro churrumbel en casa.
Mientras tanto, el cuerpo huésped, uséase yo, aprovecho la situación para gastarle bromas, la última con bañador mojado bajo la ropa cuando le casqué que había roto aguas, el careto no tenía desperdicio. Aún con todas las perrerías que le hago recordándole lo que se avecina, me tiene en palmitas y me deleita con masajes todas y cada una de las noches en mi lucha contra el mal, las estrías rojas.
Mutación del resultado del primer experimento
Chewy sigue en su mundo ajena a todo, ha desarrollado síndrome de personalidad múltiple, tan pronto es un bebé o un gatito como nos deleita con un papel magistral de Rapunzel o "Javi" Potter, múltiples registros. De vez en cuando nos sorprende guardando un chupete para el humano futuro, aunque pronto recapacita y se lo lleva de nuevo a sabiendas que en el ombligo de su madre no cabe.
Sigue reconociendo que dentro de esa protuberancia que luzco hay un tal Pixel, aunque no sabemos si sigue refiriéndose a la cena que me metí anteriormente o a un bebé. Me temo que esta mutación será más acusada cuando el susodicho se presencie ante nosotros.
Cuaderno de bitácora, hasta aquí la mutación del embarazo, pero no podemos olvidar que esto no finaliza aquí. Por lo que el cuerpo huésped padeció con el primer experimento Chewy podemos afirmar que después queda una mutación también bastante interesante denominada postparto. De momento no sacaremos las notas del anterior para no agobiar demasiado a todo el núcleo familiar y a mi misma, ya nos ocuparemos de documentar esa maravillosa mutación a posteriori si el organismo que se aproxima, Pixel, nos lo permite.
Seguiremos informando.