Que nos gusta viajar es por todos conocido, que nos chifla el campo y desconectar también lo hemos proclamado a los cuatro vientos, así que, ¿qué ocurre cuando juntas ambas cosas? Pues que decides escaparte a un entorno rural. ¿Y cómo? pues de la mejor manera posible, con la ayuda de uno de los proyectos que más nos gustan de todos los que hemos conocido a través del mundo 2.0,
Babyrural. Ya seguimos los pasos de Cruz con nuestra visita a
Holanda, así que cuando nos presentó la casa a la que había ido de vacaciones,
Barcarola, supimos que teníamos que organizar algo a la de ya y si no podía ser allí, sería más cerca.
Así fue como nuestra querida
Endorfina del amor, nos propuso hacer algo por la castaña que le caía a su a-morcillo (esto por gocho), y empezamos a mirar casas en la web, a cada cual más ideal. Finalmente nos decidimos por
Candela y Plata, un hotel rural situado en el Puerto de Béjar, donde fuimos a pasar un par de días para ver si surgía el amor entre padawan y gordo bajo la atenta mirada de la madre naturaleza. Tras contactar con Babyrural, todo fueron facilidades y cuidados, no podemos más que hablar maravillas de todos. Cristina, dueña del hotel nos trató como a reyes, ahora os contaremos con detalle; e Itziar, una de las culpables del proyecto, desde el primer momento estuvo pendiente de que todo fuera como fue de perfecto. Os dejo que Mr. P os cuente el fin de semana que siempre acabo enrollándome yo:
Día 1
El sábado raudos y veloces nos dirigimos hacia la casa rural para exprimir el fin de semana al máximo. Llegamos allí con el tiempo justo para recibir unas pocas recomendaciones de dónde ir y qué comer.
Seguimos a pies juntillas las recomendaciones de Cristina y fuimos a comer a Hervás, un pueblo pequeño, pero acogedor, donde comimos como orcos, había que ir abriendo estómago porque esa iba ser la dinámica habitual. El sitio en cuestión se llama "
La Vaca Brava", carne a la parrilla excelente, sobre todo el secreto ibérico, aunque el chuletón y la jeta también estuvieron de aúpa. El precio baratísimo y el trato muy agradable. Cogimos sitio por los pelos, gracias a una llamada 5 minutos antes donde nos reservaron una mesa aunque no suele ser lo normal, de hecho pudimos quitarnos el sitio a nosotros mismos porque los que habían llamado llegaban tarde.
Después de comer pasemos un poco por el pueblo para bajar la comida, aunque no había suficiente para bajar todo lo que nos habíamos metido entre pecho y espalda. Disfrutamos del callejeo por su barrio judío y sus p*** cuestas con carrito y además no nos fuimos de vacío, nos llevamos nada menos que tres kilazos de castañas, nada más verlas pensamos en esa chimenea que había en la casa para cenarlas.
Con la digestión bien hecha y la noche sobre nosotros, volvimos a la casa rural a bañar a los peques y a disfrutar de un gran cuarto de juegos disponible mientras hacíamos hambre para la cena. No sé quién disfrutó más de la sala, si ellos o nosotros, lo que si sé es que por culpa de un dominó de animales defectuoso perdí una partida que tenía ganada, ¡maldita ficha de caballo!. Descubrimos muchos juegos aunque de todo lo que había a Chewy lo que más le gustaba era pasear unos Action Man y Geyperman en porreta con un carrito, ni bebé ni leches, una manía que le entró por los mozos…por supuesto ya le dije que aprovechase porque eso era lo más cerca que iba a estar del gen masculino en 40 años por lo menos.
Tras arrancar a la padawan de las garras de los hombretones, nos dispusimos a disfrutar de la cena en la casa, y ¡vaya cena! Yo disfruté un pastel de puerro y gamas y un atún exquisitos y Mrs. no se quedó atrás con una ensalada y un entrecot que era más grande que su cabeza, ¡qué bien me come esta chica! Tuvimos que arrancar a las señoras de la mesa porque no paraban de rajar y queríamos seguir en las habitaciones comunicadas que teníamos, pero Morfeo se apoderó de los viejunos que llevamos dentro.
Día 2
Por la mañana desayunamos un "poquitín" del genial buffet que nos estaba esperando, había que coger fuerzas para una ruta porteando por las proximidades de la casa rural, ruta que tienen muy bien preparada con un GPS para disfrutar con los niños. Nos encantó paseo, aunque algunos más que otros, nuestro querido endorfino sudaba la gota gorda llevando al portento de la naturaleza de Óscar, sus hombros y espalda sonaban después como una carraca.
Echamos el resto con una hora y media de ruta y con todo el dolor de nuestro corazón nos dirigimos hacia Madrid de nuevo, no sin antes despedir a un gatito súper salao del hotel a beso limpio y jugar en la casita del jardín. Con todo cargado, nos dirigimos a hacer escala en Candelario (Candelero para los amigos), donde otra vez entramos por la puerta grande en un restaurente que se llama "
El Ruedo". Aquí ya fue de órdago, no atascamos, y dimos un recital de fondo de estomágo. Especialmente sublime el solomillo con foie y salsa de frutos rojos, aunque el revuelto de boletus le seguía a la zaga.
Tras un buen paseo para que los peques sesteasen y los papis dejasen a los jugos hacer su trabajo por aquellas cuestas endemoniadas - los lugareños deben tener los glúteos de acero- volvimos a Madrid tristes y ojerosos, no solo por que era el final de un estupendo fin de semana con compañía inmejorable (endorfrikis es la combinación perfecta), sino porque con todo lo que comimos nos toca régimen un mes, mejor dicho, nos tocaría pero los gochazos que llevamos dentro no nos dejan.
Mrs. P remata: Itziar, ya estamos pensando como podemos ir a visitarte, tarde o temprano caeremos por allí :)